ENTRONIZAR UNA IMAGEN

Entronizar la imagen del Sagrado Corazón de Jesús en el lugar distinguido de la casa, es un símbolo externo de fé y amor, que viene a ser esencialmente un acto de adoración. Es un reconocimiento a la divinidad de Cristo y de su amable y misericordiosa supremacía sobre los miembros de la familia, a quienes “ya no llamará siervos, sino amigos”. Es un acto de reparación por el que la familia explícitamente acepta y proclama el Reinado de Amor de Jesús en el hogar y en la sociedad; y contribuye a reparar una estructura social destrozada por acciones que deliberadamente no admiten en absoluto el Reinado de Cristo en la vida pública.

El Padre Mateo presidió ceremonias de Entronización por varias naciones, recordando a sus seguidores que “la Entronización en todo su valor evangélico atañe sobre todo al pobre y al humilde”. Es necesario “promover la Entronización entre los pobres, porque obrando así contrarrestarían la inicua y malaventurada campaña que se empeña en descristianizar la humanidad”.

En las Escrituras, Dios revela un amor universal que espera la respuesta amorosa de los corazones de los hombres. El apostolado de la Entronización del Sagrado Corazón es un instrumento que sirve a la gente para este fin: responder al amor que Dios les tiene. Es una escuela en donde se aprende a amar a Dios. Las Escrituras también nos dicen que no es posible amar a Dios sin amar a nuestros hermanos. Por tanto, la respuesta al amor de Dios debe incluir un amor activamente interesado en el bien de nuestros hermanos y hermanas, sobre todo de los más necesitados.

Esta respuesta tiene lugar privilegiado en la familia, extendiéndose así al vecino y a toda la sociedad. En el mundo actual, el apostolado de la Entronización abarca todos los asuntos que tienen que ver con nuestra sociedad global: justicia y paz en el mundo, derechos humanos, pobreza local y general, ecología y muchos otros temas.

En resumen, la esencia de la Entronización es el amor, que posibilita a los miembros de la familia, a darse cuenta y ser más conscientes del amor que Dios tiene por cada uno y por la comunidad entera; un amor simbolizado en el Corazón traspasado de Jesús que: “los lleva a una acción activa de oración, de la celebración comunitaria y de la lucha en pro de la justicia y la reconciliación”..